Share | 03/02/2022
Un ejemplo del poder de la teledetección para la investigación en conservación es el trabajo de la profesora asociada Barbara Bollard, de la Universidad Tecnológica de Auckland (AUT). Bollard conoce bien la riqueza de datos que puede proporcionar la teledetección, con más de 20 años de experiencia en ciencias geoespaciales, gestión de ecosistemas y ecología espacial en Australia, Nueva Zelanda y otros países. Sus investigaciones se han centrado en la identificación, selección y supervisión medioambiental de las zonas protegidas. Se basa en técnicas de teledetección para cartografiar hábitats y paisajes con fines de planificación de la conservación y luego integra datos sociales con información ambiental y biológica mediante sistemas de apoyo a la toma de decisiones, estadística multivariante y SIG.
Bollard y su equipo del DroneLab están desarrollando métodos novedosos para hacer avanzar la ciencia de la teledetección de alta resolución en algunos de los climas más extremos del mundo. Para cartografiar con éxito en entornos difíciles, la capacidad de los drones y la fiabilidad y durabilidad de los sensores son esenciales. Esto es especialmente cierto para el trabajo de DroneLab en la Antártida, cartografiando las Zonas Antárticas Especialmente Protegidas (ZAEP).
Este proyecto comenzó en 2014, con la primera tarea del equipo de encontrar un dron capaz de volar sin brújula para la navegación (las brújulas magnéticas no funcionan correctamente en latitudes altas) y capaz de operar en condiciones de frío extremo y viento fuerte. No existía ningún dron de este tipo en el mercado, así que Ashray Doshi, ingeniero de UAS de AUT DroneLab, construyó en su lugar un dron a medida. Después vino la selección del sensor. El equipo probó muchos sensores RGB y multiespectrales con diversos grados de éxito. En 2017, empezaron a utilizar la serie MicaSense RedEdge para multiespectral. Desde entonces, la fiabilidad del sensor ha convertido a RedEdge en el sensor multiespectral elegido por el equipo. RedEdge sigue siendo el único sensor en el que pueden confiar para trabajar en el frío de la Antártida, completando misiones a temperaturas de hasta -20ºC.
Con un UAS completo montado y operativo, el equipo de DroneLab pudo empezar a cartografiar dónde se encontraban el musgo autóctono y las cianobacterias, así como su densidad. Esta información mejoró en gran medida los mapas de conservación de estas Áreas Protegidas, que anteriormente sólo basaban la información sobre la vegetación en el trabajo de campo. Los nuevos mapas delinean ahora con precisión dónde se encuentran el musgo y las cianobacterias para que los investigadores puedan seguir el crecimiento o la degradación de la vegetación a lo largo del tiempo. Los mapas detallados pueden utilizarse incluso para informar de dónde los senderos designados para los investigadores tendrán el menor impacto en el ya frágil medio ambiente.
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